sábado, noviembre 8

LOS SENTIDOS

Olor. Simplemente está cerca; aún cerrando los ojos sé que es él.
Vista. El color no importa. El negro no es color; la oscuridad abre más la retina.
Tacto. Deseo tocarte. La arena encuentra el espacio para no olvidar que estuvimos allí.
Gusto. Beber a la vez; confundir la acidez de la fresa con la dulzura de la uva.
Oir. Siempre la misma voz, sin olvidar que alguna vez fue distinta.

viernes, septiembre 26

Te echo de menos





Acabo de leer un texto de una de las personas con las que comparto mi vida diariamente. Nos conocemos desde... ufff. Mi memoria es mala y el tiempo no perdona, se sucede demasiado rápido. Volviendo al texto diré que me ha sorprendido. No por lo qué dice, porque compartimos muchas horas en el trabajo y a estas alturas ya conocemos muchas cosas la una de la otra, sino por cómo lo cuenta. Me ha emocionado; apenas podía controlar las lágrimas que no quería dejar salir. No estaba sola y para llorar necesitas estar sola, completamente sola. Al menos, no entre gente que no comprendería por qué lloro. ¿Cómo entenderían qué me interesa más una historia de amor pura que unos apuntes contables en un ordenador que se relentiza al ritmo de mis pulsaciones? Ellos desconocen ese tipo de historias, no desde el punto que yo la conozco. Una historia más, para muchos; para mí una gran historia, porque querer un poquito a esa persona te hace sentir parte de sus historias. Y ésta le cambió su vida. Y también, en cierto modo la mía, y la de otras personas que se preocupan por ella tanto como yo. Vidas ajenas de quienes estamos cerca de ella.

Me he puesto en su lugar al leer lo que decía; cuesta mucho, es duro. Se vió obligada a despedirse de su pareja cuando aún no estaba preparada para hacerlo, cuando todavía le quedaban cosas por decirle o vivir junto a él. Fue rápido aquel momento que no nombra y deja escapar con puntos suspensivos. La muerte le llegó sin avisar, sin darle tiempo a recoger algunas cosas que hubiera deseado llevarse en ese viaje sin retorno o que ella le hubiera preparado sin querer hacerlo, pero con la voluntad de quién todo lo da por amor, sin ese egoismo al que, a veces, nos agarramos. Al menos, tuvo la suerte de besarle, de escuchar que la quería antes de abandonarla para siempre. Pero incluso esa suerte, resulta odiosa y va cargada de dolor, y se vuelve contra la propia vida.

Esa noche, esa hora, ese lugar, ¿cómo lo va a olvidar? La ropa que llevaba, el anillo que se arrancó del dedo, la cama donde dormía, las paredes que formaban su mundo. Cómo aprender a caminar, de nuevo.

Hoy ha dado un paso. Tambaleante sí, sin demasiadas fuerzas en sus piernas; pero ha conseguido no mirar atrás para no perder el equilibrio. Ha vencido su miedo a no querer contar, a no mostrar sus sentimientos, a desnudarse ante si misma. Hoy ha rellenado un hueco, de otros tantos que le quedan por rellenar; ha escrito con llanto muchas palabras que tenía ya secas. Hoy me ha dado una lección de supervivencia y de superación -ella sabe bastante de eso- que no puedo evitar dejar los dedos quietos sin expresar lo que me ha hecho sentir. Y es que quienes escribimos sentimos mucho al hacerlo, no sé si más que cuando leemos algo tan intimo y emotivo.

miércoles, septiembre 24

Sabores

Me gusta el sabor de su boca. Él duerme mientras yo le miro. La carcoma trabaja desde hace horas, sin descanso, en su ascenso por la pata de la cama. Huele a tierra mojada. Sus labios se entreabren y yo me hundo, aún más en el almohadón, buscando su lengua. Sabor a menta, sabor a chicle masticado. Sabor a sueños. Hacerme el amor le dejó sin fuerzas. Mueve los brazos dormido y me atrapa antes de que pueda huir. Su respiración juega al escondite con mis ojos. Me escondo. El sabor de su aire amarga en mi piel. Su pelo lo enredo con mis dedos, me sabe a regaliz. Sabor dulce mezclado con menta; sueños liados con horas sin dormir. De vez en cuando, la luz de la tormenta se cuela por la ventana. Huele a hierba mojada. Me acerco a su boca y le robo un beso. Un beso sin pasión, un beso muerto, sin vida. Me gusta verle dormir. Se mueve; nota mi peso sobre él. Sin abrir los ojos me aparta. Sabor a sangre. Restos de su piel en mis manos. Me queda su espalda para el resto de la noche. Huele a alquitrán. Aprieto los ojos para que no se despeguen. Cuando él despierte me habré ido; me llevaré el sabor de su boca, poco más.

jueves, septiembre 18

Mi no cumpleaños

He decidido cambiar la fecha de mi cumpleaños. Es algo que siempre he deseado hacer y nunca he hecho, o bien por pereza o por no dar disgusto a mi madre que siempre está lamentándose por algo. Sé que cuando se lo diga a todos -osea a quienes todavía se acuerdan de felicitarme en ese día-, ella será la más afectada. No comprenderá mi manía por llevar la contra siempre, pero cómo le explico que también podríamos celebrar un cumplemes o un cumpledías o por qué no, un cumplehoras o un cumpleminutos.
No recuerdo el día en el cual nací; sin embargo, tengo el calendario parcheado de días que por alguna extraña razón son especiales para mí. El 8 de agosto nunca lo marco, nunca lo miro; procuro que pase desapercibido, que se pegue a la hoja del día anterior y falte un día de ese mes. Pero no, no sucede lo que yo deseo y he de soportar las felicitaciones en un día que para mí pasa sin pena ni gloria, o con más pena que gloria.
Mañana pensaré qué día celebro mi no cumpleaños. Me vale con un día cualquiera, un mes indeterminado. Habrá de ser distinto, incluso podría no figurar en el calendario -un 32 de enero o un 45 de abril-. Me gusta la idea de perder días o descontar los años que ya he contado. Y lo más importante, podré saborear una tarta de agua, cerca de unos labios mojados; no faltará nadie, no echaré en falta a los que no llegaron.

lunes, mayo 26

Gris

Mañana sombría. Gris.
Sonidos lejanos de hojas,
en su resistencia al viento.

Crujido celeste. Llanto.
Desespero de encontrarme con el olvido;
caricia truncada
volando hacia el infinito.

Letargo, hastío. Triste en su final.

La noche

Le hablo a la noche, mi noche.
Qué callada está; mírala. Distante.
Silenciosa. Ni un murmullo.
Sin responder. Rehuyendo de mí.
Sin dejarse atrapar.¿Alguna vez intuiste el olor de la noche?
Me gusta su olor de sueño interminable,
perezosa en la agonía del despertar. Olor a salitre de mar,
a tierra mojada,
a espuma de ola remansada.
¿Podré seducir su desplante?
¿Podré alertagar mis sueños intranquilos?
Caricias somnolientas
embocadas en mares oscuros.
Simas de vidas dispares;
vidas de otras vidas, de otros mundos,
de otros sueños sin sueño.
No te encuentro noche.
Te has ido. Me abandonas ahora,
justo cuando más te necesito.
Te fuiste.Me quedo sin suspiros,
sin ese hálito pausado
que destruye mi respiración continua.
Desafino abandonada en una guitarra rota,
en la nota de un piano,
en el polvo de un desván perdido.
Y no vendrás.
No llegaras hasta la orilla,
ni veré desvanecer la luna en el primer lamento del día.
Duerme noche.
Yace sin vida;
que mientras yo muero,
al parecer tú dormitas.

sábado, mayo 24

Desvelo a deshoras

Me desperté sin saber cómo -un ruido, calor, un mal sueño- pero con mala leche. Ocurre muy pocas veces, aunque siempre es el mismo motivo: haber dormido en exceso la tarde anterior. Podía leer o darle vueltas al relato que leí el viernes. Me dije que no sería buena idea ninguna de las dos cosas. Pero, sin saber tampoco cómo, acabé en la segunda opción y con tanta mala leche, o aún más, que cuando me había despertado.
El relato no fue bueno, creo que no gustó, incluso pecó de aburrido. Eso se nota, se presiente antes de leerlo, incluso se intuye cuando lo estas empezando a escribir o despues de escrito y descuartizado en mil pedazos. Porque el escritor no solo escribe, sino también se mancha las manos de sangre como el carnicero. Las mías están llenas de cortes por no ser certero sobre el tajo.
Las ideas repetitivas, fruto del insomnio a media noche, me inquietan, me hacen sudar. No resuelven mis conflictos aunque a veces consigan alguna formula para salir del paso. Lo cierto, es que vuelvo a no saber cómo y acabo frente al ordenador -como ahora hago- logrando relajarme; consigo poner en orden las ideas confusas y las que se han desmadrado. No es que se me de bien organizarlas, no. Ni mucho menos. Ellas son más listas que yo y se reubican, vuelven a ocupar su lugar en el puzzle. Y a medida que aporreo las letras en el teclado, escribiendo palabras que salen solas, yo diría que al azar, los parpados van cediendo y noto que el sueño regresa, que la paz interior aflojan los dedos.
Hace un rato que ha amanecido. No hay sol porque una fina lluvia se encarga de retocar a un domingo que parece venir cargado de melancolía primaveral. Acabo de saborear mi cola cao cargado de azucar mientras trato de dar fin a estos desechos de desvelos. Creo que va siendo hora de volver a la cama y desperezarme cuando el olor a comida se cuele por la ventana.