jueves, septiembre 18

Mi no cumpleaños

He decidido cambiar la fecha de mi cumpleaños. Es algo que siempre he deseado hacer y nunca he hecho, o bien por pereza o por no dar disgusto a mi madre que siempre está lamentándose por algo. Sé que cuando se lo diga a todos -osea a quienes todavía se acuerdan de felicitarme en ese día-, ella será la más afectada. No comprenderá mi manía por llevar la contra siempre, pero cómo le explico que también podríamos celebrar un cumplemes o un cumpledías o por qué no, un cumplehoras o un cumpleminutos.
No recuerdo el día en el cual nací; sin embargo, tengo el calendario parcheado de días que por alguna extraña razón son especiales para mí. El 8 de agosto nunca lo marco, nunca lo miro; procuro que pase desapercibido, que se pegue a la hoja del día anterior y falte un día de ese mes. Pero no, no sucede lo que yo deseo y he de soportar las felicitaciones en un día que para mí pasa sin pena ni gloria, o con más pena que gloria.
Mañana pensaré qué día celebro mi no cumpleaños. Me vale con un día cualquiera, un mes indeterminado. Habrá de ser distinto, incluso podría no figurar en el calendario -un 32 de enero o un 45 de abril-. Me gusta la idea de perder días o descontar los años que ya he contado. Y lo más importante, podré saborear una tarta de agua, cerca de unos labios mojados; no faltará nadie, no echaré en falta a los que no llegaron.

2 comentarios:

Paula dijo...

Yo nunca he terminado de entender por qué hay que felicitar a alguien justo en el día de su cumpleaños (menos aún en el santo, que todavía tiene menos que ver con nosotros).

¿Qué tiene de especial tener un año más? ¿Es menos especial que tener un año y un día más? ¿Es menos especial que tener 234 días y tres horas más?

Tampoco termino de entender por qué la gente se decepciona si no la felicitan. Yo prefiero mil veces que se acuerden de mí un día cualquiera que justo ese día. En el fondo, no es más que una convención como cualquier otra. Como San Valentín, como Navidad, como el día de la mujer trabajadora...

Anónimo dijo...

Llevas razón Paula y soy de las tuyas. Creo que el día de nuestro cumpleaños no le gusta a nadie, sobre todo cuanto más madura va siendo una persona y se va dando cuenta de que es un día más, sin gran significancia. Aunque en el fondo, o muy... muy en el fondo, más allá del fondo que ni nosotros mismos vemos, ¿quién no pasa lista? "Pues no me ha llamado fulanita", "Pues vaya, a venganito se le olvido. Y mira que ayer llamó a Pascualina, que la conoce de dos días" Son pensamientos que muchas veces surgen mentalmente en los últimos segundos, antes de expirar ese día, como costumbre a una tradición que nos imponen nada más nacer y a la que permancecemos atados de por vida.
Quizá me faltó expresar algo más el texto. Explicar que la decepción con la que cierro es como la puerta que se cierra definitivamente y de la que no estas segura de si vas a volver a abrirla o la dejaras definitivamente cerrada. Es una afirmación rotunda que no se cree nadie.
Ilusión o decepción, es el peor de los días para sentirla. Yo, personalmente, preferiría pasar ese día por alto.