lunes, mayo 26

Gris

Mañana sombría. Gris.
Sonidos lejanos de hojas,
en su resistencia al viento.

Crujido celeste. Llanto.
Desespero de encontrarme con el olvido;
caricia truncada
volando hacia el infinito.

Letargo, hastío. Triste en su final.

La noche

Le hablo a la noche, mi noche.
Qué callada está; mírala. Distante.
Silenciosa. Ni un murmullo.
Sin responder. Rehuyendo de mí.
Sin dejarse atrapar.¿Alguna vez intuiste el olor de la noche?
Me gusta su olor de sueño interminable,
perezosa en la agonía del despertar. Olor a salitre de mar,
a tierra mojada,
a espuma de ola remansada.
¿Podré seducir su desplante?
¿Podré alertagar mis sueños intranquilos?
Caricias somnolientas
embocadas en mares oscuros.
Simas de vidas dispares;
vidas de otras vidas, de otros mundos,
de otros sueños sin sueño.
No te encuentro noche.
Te has ido. Me abandonas ahora,
justo cuando más te necesito.
Te fuiste.Me quedo sin suspiros,
sin ese hálito pausado
que destruye mi respiración continua.
Desafino abandonada en una guitarra rota,
en la nota de un piano,
en el polvo de un desván perdido.
Y no vendrás.
No llegaras hasta la orilla,
ni veré desvanecer la luna en el primer lamento del día.
Duerme noche.
Yace sin vida;
que mientras yo muero,
al parecer tú dormitas.

sábado, mayo 24

Desvelo a deshoras

Me desperté sin saber cómo -un ruido, calor, un mal sueño- pero con mala leche. Ocurre muy pocas veces, aunque siempre es el mismo motivo: haber dormido en exceso la tarde anterior. Podía leer o darle vueltas al relato que leí el viernes. Me dije que no sería buena idea ninguna de las dos cosas. Pero, sin saber tampoco cómo, acabé en la segunda opción y con tanta mala leche, o aún más, que cuando me había despertado.
El relato no fue bueno, creo que no gustó, incluso pecó de aburrido. Eso se nota, se presiente antes de leerlo, incluso se intuye cuando lo estas empezando a escribir o despues de escrito y descuartizado en mil pedazos. Porque el escritor no solo escribe, sino también se mancha las manos de sangre como el carnicero. Las mías están llenas de cortes por no ser certero sobre el tajo.
Las ideas repetitivas, fruto del insomnio a media noche, me inquietan, me hacen sudar. No resuelven mis conflictos aunque a veces consigan alguna formula para salir del paso. Lo cierto, es que vuelvo a no saber cómo y acabo frente al ordenador -como ahora hago- logrando relajarme; consigo poner en orden las ideas confusas y las que se han desmadrado. No es que se me de bien organizarlas, no. Ni mucho menos. Ellas son más listas que yo y se reubican, vuelven a ocupar su lugar en el puzzle. Y a medida que aporreo las letras en el teclado, escribiendo palabras que salen solas, yo diría que al azar, los parpados van cediendo y noto que el sueño regresa, que la paz interior aflojan los dedos.
Hace un rato que ha amanecido. No hay sol porque una fina lluvia se encarga de retocar a un domingo que parece venir cargado de melancolía primaveral. Acabo de saborear mi cola cao cargado de azucar mientras trato de dar fin a estos desechos de desvelos. Creo que va siendo hora de volver a la cama y desperezarme cuando el olor a comida se cuele por la ventana.